domingo, 20 de diciembre de 2009

TEMA 4_LA ESPAÑA DE FRANCO (1939-1975)

El primer franquismo: del nacional-sindicalismo al nacional-catolicismo (1939-1959)

El régimen de Franco atravesó varias etapas con características propias: en los momentos de gloria nazi se incidió en el carácter fascista del régimen, más adelante, durante los primeros años de la Guerra Fría, se prefirió hablar de un Estado católico aliado de la Europa occidental, y en una tercera fase, los años sesenta y setenta, la prioridad fueron las reformas económicas, pero sin permitir una apertura similar en el terreno político.
No fue exactamente un régimen totalitario, en tanto que Franco buscó más la desmovilización política que la adhesión incondicional a una doctrina precisa, que tampoco la hubo más allá del catolicismo. De hecho, el dictador tuvo la habilidad de modular su discurso conforme cambiaban las circunstancias mundiales.
Franco no quiso competir con la Iglesia católica y apoyó su continuidad en el poder en los valores más tradicionales y antiliberales, católicos y retrógrados, con algún tinte de paternalismo social. Más que un Estado totalitario, lo que hubo fue un jefe de Estado investido de suprema potestad, y muy reacio a ceder los resortes de mando.
Tras la derrota de Hitler en 1945, Franco iniciará la desfascitización de su régimen, proceso que irá en paralelo con el refuerzo del sentido católico de la dictadura. Dicta algunos medidas de amnistía, habla de Movimiento Nacional pero sobre todo querrá disfrazar el tono fascista del periodo anterior con un ropaje católico que hiciera más presentable la dictadura. Hasta mediados de los años 50, España será un país pobre, atrasado y cerrado al mundo, con una economía predominantemente agrícola y una población que aún vivía en pequeños núcleos rurales. Con independencia de que la dictadura fuera nacional-sindicalista hasta 1944, y nacional- católica después, nos permiten hablar de un primer franquismo entre 1939 y 1959: el franquismo del asilamiento y la total represión.

Carácter del franquismo

La dictadura tuvo su origen en un golpe de Estado ilegal y en una trabajada victoria bélica, y este triunfo militar, permitirá a Franco justificar un régimen ilegitimo para cualquier demócrata. La pasada guerra habría sido para el régimen una Cruzada contra el comunismo y la irreligión. Por eso, la dictadura tratará de mantener vivo el recuerdo de la guerra en todos los ámbitos de la vida: nombres de calles y de pueblos, imágenes públicas, juramentos, actos religiosos, el Cara al Sol, etc.
La represión en los años de posguerra fue particularmente brutal. Leyes como la de Responsabilidad Políticas (1939), de Represión de la Masonería y el Comunismo (1940) o de Seguridad del Estado (1941) llevarán a la cárcel a miles y miles de españoles. Otros 50.000 pudieron haber sido fusilados en los años de la inmediata posguerra porque el régimen tipificó como rebelión militar la lealtad al orden republicano.
También perdieron su puesto la mayoría de los funcionarios que habían servido durante los años de la República. Todos ellos estaban obligados a presentar una declaración con su historial político y su actitud en los días de la sublevación para ser examinada por comisiones depuradoras. Los que pasaban la prueba o los recién llegados a la administración estaban obligados a jurar su adhesión inquebrantable al Movimiento.
Franco pondrá especial interés en borrar de la historia de España los últimos 150 años, que para él habían sido nefastos. Del liberalismo derivaban los dos mayores males de la sociedad, que eran la democracia y la lucha de clases. Nada debía queda en España de la clase media intelectual y republicana ni de la clase obrera afiliada al socialismo o al anarquismo.
En 1939 se anularon los estatutos del País Vasco y Cataluña, se prohibió el uso de lenguas distintas al castellano, se derogaron las medidas sociales y religiosas de la República, se anuló el derecho a la huelga y se estableció una rigurosa censura.
Franco asumió una doble condición de Jefe de Estado y presidente del Gobierno. Había formado su primer ejecutivo en enero de 1938, pero ya en tiempo de paz lo sustituyó por otro nuevo (agosto 1939) en el que seguían predominando los militares que copaban el 40% de los altos cargos de la Administración. Los ministros civiles procedían de los grupos de derecha y extrema derecha que habían apoyado a Franco.
Todas estas sensibilidades habían quedado amalgamadas en 1937 bajo el manto de un partido único, la Falange Española Tradicionalista y de las JONS.
Una vez instalado en el poder, Franco se situará por encima de todos, sin permitir sombras. No hubo en España un límite objetivo o institucionalizado a su poder: sólo él podía dictar leyes y decretos. El Caudillo quería sentirse libre de viejas camaraderías, y pronto se desembarazará o domesticará dando cargos a las camisas viejas, los personajes que le habían acompañado desde primeros días de la guerra en 1936, y Franco prefería rodearse de personas leales que le admiraron sin más, no de viejos compañeros de armas a los que pudiera deber un favor pasado.
La burocracia con el paso de los años dará verdadera razón de ser al régimen de Franco, tanto o más que los valores de orden, disciplina y jerarquía, porque la administración pública era el espacio desde el que se premiaban las fidelidades.
Gracias además a su control absoluto sobre la burocracia, el partido único se convirtió en una especie de gran cacique, que premiaba la amistad y la lealtad con el favor, pero que a diferencia del caciquismo antiguo, no estaba obligado a pactar con el Rey.
Atomizados y dispersos porque eran infinitos los organismos burocráticos del régimen, pero centralizados y concentrados porque todos recibían el poder de la misma fuente.

Política exterior

Franco fue lo suficientemente hábil como para adaptar su discurso a la coyuntura internacional. En 1939 sus simpatías hacia el Eje era más que evidentes. España se sumó en consecuencias al pacto anti- KOMINTERN en marzo, abandonó la Sociedad de Naciones y firmó varios tratados comerciales favorables al Reich.
Es cierto que Franco había proclamado su neutralidad durante los primeros meses de la Guerra Mundial. Pero tras los éxitos nazis en Francia ante las expectativas de un inminente triunfo alemán, Franco corrigió su neutralismo y proclamó en junio de 1940 la no beligerancia de España, que implicaba una absoluta simpatía moral hacia el Eje.
El inspirador de esta línea fue el cuñado del dictador, Serrano Suñer. Como jefe de la Junta Política de la Falange llegará a ser el autentico número dos del régimen entre 1940 y 1942. Fue el propio Serrano quien organizó la famosa entrevista de Franco con Hitler en Hendaya el 23 de octubre de 1940. Franco en realidad quiso negociar la participación de España a cambio de sustanciosas ayudas militares y económicas, de la toma de Gibraltar y de un incremento de las colonias españolas en África. Pero Hitler no estaba dispuesto a llegar a tanto: no quería enfrentarse con la Francia de Vichy, y además de no tener la menor estima por Franco, tampoco consideraba a España como un aliado necesario para sus futuras ambiciones.
De hecho, la ayuda española a la guerra sólo se sustanció en el envío a la URSS de la División Azul, 18.000 oficiales y soldados voluntarios que apoyaron a Hitler en su fallida Operación Barbarroja, y que permanecerían en el frente soviético hasta 1944. Hasta ese mismo año se mantuvo el aprovisamiento español de wolframio a los alemanes, como pago a la ayuda prestada por Hitler. Pero la evolución de los acontecimientos internacionales, con el retroceso de Hitler y la entrada de Estados Unidos en la guerra, permitirá a Franco volver a la neutralidad en octubre de 1943.
Serrano Suñer será apartado de sus responsabilidades, y Franco se esforzó en moderar el lenguaje fascista de sus colaboradores. A partir de ese momento, la diplomacia española dirigió sus esfuerzos a normalizar las relaciones con el Vaticano y anudar lazos con Estados Unidos, que ofreció garantías a Franco en el sentido de que el desembarco aliado en el norte de África no pondría en peligro las posesiones españolas siempre que mantuviera la neutralidad.
A pesar de estos gestos, Franco vivió un periodo muy difícil después de 1945. Los participantes en la conferencia de Potsdam (EEUU, la Unión Soviética y Gran Bretaña) redactaron una nota de repulsa contra la dictadura franquista. La Asamblea de la ONU aprobó en diciembre de 1946 una moción que condenaba el régimen español y pedía la ruptura de relaciones diplomáticas con el mismo. La mayoría de los embajadores abandonaron España y Francia cerró sus fronteras. Franco apenas podía contar con el apoyo del dictador portugués Salazar, del papa Pío XII y de la Argentina del gral. Perón.
Supo acentuar los rasgos más católicos y tradicionales de su régimen, llamando a miembros relevantes de Acción Católica a su lado (como Martín Artajo) al tiempo que apartó a los falangistas. Los católicos tomaron la dirección de algunos de los organismos más populares del régimen como el Frente de Juventudes, la Sección Femenina o el Auxilio Social.
En 1950, el Congreso norteamericano apoyaba la concesión de créditos a España. Franco a su vez fomentó la amistad con los países árabes y negándose a reconocer el Estado de Israel cuando éste se fundo en 1948. Junto con los países islámicos, España pudo mejorar sus relaciones con Latinoamérica, ayudada por el hecho de que en esos países fueron triunfando durante los años 50 las dictaduras militares.
En 1953 firmaba un Concordato con la Santa Sede, por el cual se confirmaba la plena autonomía de la Iglesia en el campo de la educación y se convertía España en un estado jurídicamente católico.
Franco estuvo dispuesto a ir hasta donde la Iglesia pretendía, siempre que la Iglesia no vacilara en su identificación con el régimen. La colaboración entre Iglesia y Estado franquista fue evidente y rotunda hasta al menos, mediados de los años 60, cuando el Concilio Vaticano II cambió sustancialmente la forma de ver la política de la jerarquía católica. Roma apostaba entonces por la democracia y la libertad de cultos, también en España.
En septiembre de 1953, España firmaba varios acuerdos económicos y militares con EEUU, por los que Madrid permitía al gobierno de Washington la utilización de bases militares en Torrejón de Ardoz, Zaragoza, Morón de la Frontera y Rota, a cambio de sustanciales ayudas económicas. España mediante esos acuerdos reconocía ventajas fiscales en la importación de productos estadounidenses. Como se ve, el cacareado patriotismo de Franco pasaba a segundo plano cuando se trataba de sobrevivir políticamente.
En justa compensación, la ONU revocó en noviembre de 1953 la resolución condenatoria del régimen franquista de 1946; EEUU también patrocino el ingreso de España en la ONU como miembro de pleno derecho en 1955. Con la visita del pte norteamericano Eisenhower a Madrid (1959), se puede decir que la España de Franco ya había sido reconocida por la comunidad internacional.
La ayuda norteamericana, sin embargo, tuvo sus limitaciones. A modo de ejemplo, España no encontró apoyos en su intento de recuperar Gibraltar, y tampoco pudo retener su pequeño protectorado sobre el norte de Marruecos y perdería las colonias africanas.

La política interior

Lo más llamativo de estos años, junto con la feroz represión sobre los opositores fue la paulatina aprobación de las Leyes Fundamentales, un conjunto de leyes del máximo rango, siete en total, que pretendían dotal al Estado franquista de un armazón institucional y jurídico que le permitiera sobrevivir. Las siete Leyes Fundamentales son:

1. El Fuero del Trabajo (1938)
2. la Ley Constitutiva de las Cortes (1942)
3. El Fuero de los Españoles (1945)
4. La Ley de Referéndum (1945)
5. La Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (1947)
6. Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958)
7. La Ley Orgánica del Estado (1967)

El Fuero del Trabajo y la Ley de Cortes, son difíciles de explicar sin la impronta de la Italia de Mussolini. El Fuero del Trabajo, contenía una profusa relación de los derechos del trabajador, fijaba las retribuciones y limitaba la jornada laboral, pero como contrapartida, prohibía las huelgas, invitaba a la mujer casada a quedarse en el hogar y obligaba a todos los trabajadores y empresarios a integrase en un organismo unificado, la Organización Nacional Sindicalista.
La Ley Constitutiva de Cortes (1942) reducía a éstas a un mero órgano consultivo, que preparaba y discutía leyes, pero que en ningún caso las aprobaba o sancionaba. La composición de esas Cortes era muy singular porque sus miembros o procuradores, que eran elegidos a través de corporaciones: familia, municipio, sindicato.
Conviene subrayar que los candidatos a procuradores era habitualmente designados desde arriba entre los miembros de Movimiento.
A partir de 1945 Franco buscará legitimar su régimen en el exterior limando las aristas totalitarias. A este sentir responde el llamado Fuero de los Españoles, una especie de carta de derechos aprobada en 1945. Aunque se hable en el texto de libertad de resistencia, de inviolabilidad de domicilio, etc. Pero el propio Fuero impuso un límite a esta libertad: el ejercicio de los derechos que se reconocen en este Fuero no podrá atentar a la unidad espiritual, nacional y social de España.
Fue frecuente que el propio régimen suspendiera la aplicación de alguno de los artículos contenidos, sobre todo en los años 60-70, cuando la actividad opositora se hizo mayor. Por último, el régimen insiste en su catolicismo oficial.
La Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, de 1947. El articulo primero de esta ley fundamental. El Estado español presentaba así la rara peculiaridad de ser un Monarquía gobernada por un dictador, que a su vez se atribuía la facultad de nombrar un sucesor con el titulo de Rey o Regente. En 1969, hizo uso de esta prerrogativa y designará sucesor a don Juan Carlos de Borbón.
La Ley de Principios del Movimiento (1958). El Movimiento nacional se define como comunión de los españoles en los ideales que dieron vida a la Cruzada. España será por su parte una monarquía tradicional, católica social y representativa y una unidad de destino en lo universal. Quien no participara de esa unidad será antiespañol y antipatriota, y por tanto, debía ir a la cárcel.
La Ley de Referéndum Nacional (1945) que preveía la consulta a los españoles mayores de 21 años (sólo cabezas de familia y mujeres casadas) para refrendar leyes de especial trascendencia. El resultado de las urnas, pese a todo, no era vinculante para el Caudillo
La Ley Orgánica del Estado debe entenderse como la culminación de la línea de apertura política iniciada en 1945. En sus 66 artículos se regulaban las bases del Estado, los organismos ejecutivos y representativos, la justicia, Fuerzas Armadas o las relaciones entre los órganos del Estado, etc.
En el ámbito económico, hasta 1959 la dictadura buscó la autarquía, se entiende una política que pretende lograr la autoinsuficiencia mediante la explotación al máximo de los recursos internos de un país. Propugna una drástica relación de las relaciones comerciales exteriores mediante la imposición de altos aranceles.
Consecuentemente con esta política, Franco promovió la creación de un fuerte sector público español, cuyo eje fue el Instituto Nacional de Industria, fundado en 1941. El INI fomentó la industrialización del país creando fábricas de nitrato, aluminio, químicas, farmacéuticas, etc.
Otro eje de la autarquía franquista fue la titularidad pública de los sectores clave del país, como la gasolina (CAMPSA, Repsol) las comunicaciones telefónicas (Telefónica) o el transporte públicas y la utilización de fuentes de energía nacionales en la industria. La autarquía también se llevó al terreno de la agricultura, fomentando la producción nacional de trigo fijando por ley unos precios oficiales muy baratos que no perjudicaron a los consumidores.
Como resultado de esto, entre 1940 y 1960 la renta nacional se duplicó y la producción industrial se triplicó, la población creció y se inicio el éxodo masivo del campo a la ciudad pero este progreso, obvio para un país que salía de la guerra fue muy inferior al que España necesitaba.
España, en razón de la autarquía, se encontró con graves carencias materias primas, tecnología o bienes de equipo y apenas pudo controlar el aumento de la inflación.
Para maquillar la triste realidad de una España pobre y analfabeta, el régimen toleró e impulsó la desbandada de españoles hacia el extranjero, convencido de que la salida de mano de obra aliviaría la incapacidad de la economía española para absorber excedentes y crearía riqueza por la repatriación de capitales.
Otro hecho negativo fue la corrupción. El régimen favoreció una trama de intereses en cuya cúspide estaban los burócratas del Nuevo Estado. Apareció un mercado negro en el campo.

La dictadura del apogeo al ocaso (1959-1975). Los grupos de oposición.

Desarrollo y tecnocracia

En 1957 entró en el gobierno un grupo de jóvenes tecnócratas ligados a la organización católica Opus Dei, cuyo objetivo era sanear las cuentas públicas y abrir la economía española al exterior. En consecuencia, los tecnócratas serán defensores acérrimos de la economía de mercado y del capitalismo, que creían compatible con el Estado autoritario y sin democracia que encarnaba. Los tecnócratas supieron convencer al dictador para que acabara con la autarquía nacionalista, que en esos momentos podría ser un impedimento para su perpetuidad en el poder.
En 1958 España se incorporaba a la Organización Europea de Cooperación Económica y al Fondo Monetario Internacional. Un año después salía a la luz el llamado Plan de Estabilización, cuyo objetivo primordial era liberalizar y racionalizar la economía española. Se devaluó la moneda desde la paridad con el dólar en 42 pesetas hasta 60, se elevaron los tipos de interés para limitar la desbocada circulación fiduciaria, se redujo el enorme gasto público y se favoreció la inversión privada.
Aunque los salarios quedaron congelados entre 1959 y 1961, y en ese mismo periodo aumentó el desempleo por los ajustes realizado en las empresas publicas, los resultados de esta nueva política económica fueron francamente buenos desde 1961. El crecimiento alcanzó tasas del 7-8%, el turismo, atraído por los bajos precios y la devaluación de la pst., llenó las arcas del Estado y de los empresarios privados, y la industria, favorecía por la importación de capitales y mejorase tecnologías, conoció un importante progreso. A partir de 1960 la siderurgia, el cemento, la química, los automóviles, la construcción…. Tomaron el relevo en la industria.
Otro instrumento del que se sirvió el régimen para promover y encauzar las reformas económicas fueron los llamados planes del desarrollo. El primero tuvo lugar entre 1964 y 1967, y se extendieron hasta 1975. Combinaban la inversión privada con la intervención pública a la hora de fijar las prioridades de crecimiento. Buscaba atraer la confianza de los medios financieros y empresariales.
La planificación y el desarrollismo favorecieron ciertamente el progreso de Madrid, BCN o el País Vasco pero no se trató en su conjunto de un desarrollo armónico ni equilibrado, por regiones ni por clases sociales.
Las cifras de la migración interior fueron espectaculares. El número total de españoles que cambiaron de residencia durante los años sesenta supero los 4,5 m.
Hubo en los años 60 algunos años de recensión. Algunos analistas advirtieron que el desarrollo económico estaba muy condicionado por el sector exterior, y de hecho, cuando la economía mundial entró en crisis en 1973, los efectos de esa recensión se hicieron sentir gravemente en España. La ausencia de paro, como se vio entonces, tenía su aplicación en la escasa población activa femenina y en el millón y medio de españoles emigrados en el extranjero.
El sector industrial creció a costa de la agricultura. El resultado fue un enorme crecimiento de las ciudades, la mayor parte de las veces desordenando y compulsivo.
A partir de 1965, inició un vasto programa de rehabilitación de carreteras y líneas férreas que permitió a uno de los ideólogos más notables del régimen, Gonzalo Fernández de la Mora, hablar de un Estado en obras.
En 1963 se creo la actual Seguridad Social. El nuevo sistema de protección social unificaba seguros antes dispersos y garantizaba por parte del Estado la paga de pensiones y subsidios, y la asistencia medica a los trabajadores contribuyentes.
De igual forma progresó el sector educativo, cuya reforma general se abordó sólo en 1970. La Ley de Educación de Villar Palasí fue el primer intento de acabar con la enseñanza memorística y adecuar los contenidos a las necesidades de una sociedad especializada y emprendedora. Se imponía en España una enseñanza general obligatoria y gratuita, que cubría solo hasta los 14 años.
Hubo grandes avances en la calidad de vida de los españoles.

Apertura política y oposición clandestina.

La apertura política era el terreno en el que el régimen estaba menos dispuesto a avanzar. Hubo desde luego figuras aperturistas dentro del régimen. Fraga desde el Ministerio de Información y Turismo promovió una Ley de Prensa que sustituya a la dictada por Serrano Suñer treinta años antes, por la cual se suprimía la censura previa y se autorizaba a los empresarios periodísticos a nombrar los directores que quisieran.
El mejor triunfo de los aperturistas fue el Estatuto de Asociaciones de 1968. Se contemplaba la posibilidad de constituir asociaciones de opinión pública, que promovieran el legítimo contraste de pareceres. Pero todas ellas se situarían bajo estrecho control del Movimiento.
Durante los años 70, algunos jóvenes dirigentes del franquismo se fueron distanciando del régimen. Reclamaban reformas más atrevidas, aunque graduales, que dieran paso a algún tipo de democracia liberal. Destacados fueron Fraga, Calvo Serer y aunque no tenían un líder definido, todos ellos coincidan en asignar al príncipe Juan Carlos el papel más relevante de las reformas que habrían de venir.
La lucha por la libertad vino desde fuera del régimen, tanto desde el ámbito politico como sindical.
Tras la Guerra Civil aun operaban en el territorio español algunas guerrillas rebeldes que creían posible liberar España mediante una insurrección general, una oposición marginal, el maquis, que nunca inquietó como tampoco preocupó el gobierno republicano en el exilio.
Alguna inquietud provocaron las huelgas obreras que tuvieron en algunos puntos de Cataluña, Asturias y el País Vasco
También le produjo a Franco algún quebradero de cabeza la actividad política de don Juan de Borbón. Desde Estéril, don Juan parecía la única alternativa a Franco. En 1945, tras el bloqueo internacional al régimen franquista, había publicado el Manifiesto de Lausana, en el que se ofrecía como monarca constitucional frente al totalitarismo de Franco.
El siguiente episodio de esta lucha tuvo lugar en 1962 en Munich, ciudad en la que se dio cita la oposición moderada del exilio. Los allí reunidos firmaron una resolución que denunciaba ante Europa el carácter no democrático del franquismo y pedía el establecimiento en España del instituciones representativas.
A partir de ese momento, la oposición a Franco se diversifica. Hubo movimientos opositores en la universidad, en el mundo del trabajo, en el nacionalismo periférico, en la izquierda e incluso en el seno de la Iglesia, con grandes protestas en las facultades españolas. Como respuesta, la policía ocupó varias veces las universidades entre 196 y 1973, castigando a profesores y estudiantes. Entre los universitarios era cosa habitual militar en el clandestino Partido Comunista.
En 1958 se aprobó la Ley de Convenios Colectivos, que disponía que los salarios y las condiciones de trabajo se negociaran directamente por empresarios y trabajadores. Desde ese momento, los obreros recurrieron a la huelga como medio para presionar a sus empleadores. El sindicato que mejor simbolizó este espíritu de lucha fueron las Comisiones Obreras, en su origen organizaciones de ideología católica y progresista integradas en el sindicalismo vertical peor que poco a poco fueron derivando hacia posiciones comunistas. Inútilmente, el régimen trato de frenar la conflictividad laboral con la aprobación de una Ley de Orden Público, que castigaba con penas de cárcel a los huelguistas.
Los nacionalistas periféricos también experimentaron un noble resurgir. A comiezos de los años 60 hubo un notable resurgir de la cultura catalana. Escritores, artista, intelectuales, sacerdotes y cantantes utilizaban sin complejo su lengua madre como cauce de expresión. Pronto este resurgir cultural se trasladó ala terreno de la política.
En 1971 nace la plataforma Assemblea de Catalunya, que reunía a los partidos de la oposición clandestina.
Hubo igualmente un renacer del nacionalismo vasco. El hecho más destacado fue la fundación, en 1959 del grupo ETA, un movimiento independentista de ideología nacionalista y marxista que pronto optó por el terrosismo como estrategia para la liberación nacional. El golpe más espectacular de todos fue el asesinato del almirante Luís Carrero Blanco en diciembre de 1973.
Más doloroso para el régimen fue el distanciamiento de la Iglesia católica. El Vaticano Giro hacia posiciones de apertura tras el Concilio Vaticano II y puso al frente de la Conferencia Episcopal a un conocido reformista, el cardenal Tarancón. Desde esta tribuna, Tarancón defenderá públicamente la democracia. Algunos obispos mostraron su apoyo a organizaciones católicas de base hostiles a la dictadura
En los años 70 la oposición democrática se reorganizó. En julio del 74 se formó en París la Junta Democrática de España, que reunía al PCE con otros grupos de la izquierda marxista, aunque también participaron algunos políticos monárquicos como a titulo personal, sobre todo los partidarios de Don Juan. El manifiesto fundacional de esta Junta reclamaba la ruptura inmediata con el régimen de Franco mediante la formación de un gobierno provisional controlado por la oposición, la legalización de los partidos políticos, el reconocimiento de las libertades y derechos, la autonomía de las regiones, y la celebración de un futuro referéndum que decidiera la forma de estado.
Otros grupos no quisieron integrarse en la Junta, recelosos de la hegemonía del PCE en ella. El más importante de ellos fue el PSOE. El XIII Congreso de este partido había llevado a la dirección a dos jóvenes renovadores, Felipe González y Alfonso Guerra. La nueva directiva del PSOE apostó además por unas elecciones democráticas y un gobierno parlamentario, y buscó el acuerdo con otros grupos de oposición para consensuar una ruptura pactada con el franquismo. Fruto de esta actividad nacerá en julio de 1975 la Plataforma de Convergencia Democrática.
La Junta prefería formar un gobierno provisional de inmediato, la Plataforma, negociar con el sucesor de Franco, don Juan Carlos. Tras la muerte de Franco, los dos grupos de la oposición no franquista acabarían fusionándose en Coordinación Democrática, que proponía una ruptura democrática para liquidar las instituciones franquistas.
Al final, los grupos opositores reunidos en Coordinación Democrática y los franquistas reformadores simbolizados por Adolfo Suárez, fueron capaces de ponerse de acuerdo para llevar adelante una transición pactada, cuyas claves fueron la negociación y el consenso.

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