domingo, 20 de diciembre de 2009

TEMA 1 _ LA FORMACION DE LA ESPAÑA LIBERAL (1808-1874)

El final del Antiguo Régimen y la revolución liberal

El siglo XIX es un periodo de transición entre el Antiguo Régimen y el mundo capitalista y liberal. La revolución liberal, el capitalismo y la industrialización han sido el mayor cambio que ha vivido la Humanidad desde la Revolución Neolítica.

Las principales características del Antiguo Régimen son:

  1. Predominio de la Monarquía Absoluta: el rey es la única fuente de poder y derecho. Normalmente delega el ejercicio de ese poder en otros organismos o personas.
  2. División de los hombres en estamentos: nobles, clérigos y pueblo, separados por el goce de diferentes derechos. Los privilegiados pagaban menos impuestos y podían juzgar a los que vivían en sus señoríos y ser juzgados por tribunales propios.
  3. la economía gira en torno a la agricultura, no estaba regida por el libre juego de las fuerzas del mercado. Las tierras de los privilegiado no se podían comprar ni vender.

El clero se apropiaba de un diez por cierto de las cosechas (diezmo) y también la nobleza cobraba algunos impuestos.

El comercio estaba sometido a serias restricciones y al pago de tarifas e impuestos muy elevados (aduanas interiores) perjudiciales para los intereses de los burgueses comerciantes.

  1. En el plano cultural, se ensalza la tradición y los valores religiosos.

Frente al Antiguo Régimen, el liberalismo presenta el siguiente modelo:

  1. Se aprueban derechos constitucionales que las leyes deben reconocer: libertad de pensamiento, expresión o culto, el derecho a oír los cargos y de alegar ante un juez antes de ir a prisión, etc.

La mejor manera de garantizar esos derechos y de evitar posibles abusos sería organizar un sistema político representativo (parlamentario), basado en la división de poderes y que necesariamente deben aprobar la mayor parte de los gobernados. Las condiciones de ese contrato entre individuos se plasmarían en una constitución, que ninguna de las dos partes (gobernantes y gobernados) podría alterar sin el consentimiento del otro. El régimen político resultante puede ser una república o una Monarquía constitucional, en la que el Rey está sometido a la voluntad de la nación.

  1. En lo social, defiende la “igualdad ante la ley”. De la sociedad liberal es su carácter abierto: los individuos podrían ascender o descender en la escala social por méritos o deméritos propios, es decir, se sustituiría la sociedad estamental por la sociedad de clases , en la que el criterio distintivo es la posesión
  2. En lo económico, el derecho de todos los hombres a ser propietarios y acumular riquezas. La propiedad es un derecho fundamental. Según Locke, una sociedad formada por productores honrados y trabajadores, la propiedad era un signo de igualdad. En la sociedad liberal se glorifica la libertad de comercio y la formación de un único mercado nacional.

Se consolidan el despertar de la economía capitalista y el despegue de la industrialización.

  1. En cuanto al plano intelectual, la Ilustración caracteriza al individuo como principio básico de toda sociedad. Se ensalza la razón como la fuerza con la que puede contar este hombre nuevo.

El siglo XIX no será plenamente liberal ni mucho menos democrático. Habrá una multiplicidad de situaciones intermedias producidas por la pervivencia de algunos rasgos propios del Antiguo Régimen. El ritmo de esa transición no es igual en todos los sitios.

La España del Antiguo Régimen se caracterizaba por el triunfo del privilegio.

La de 1800 no era una sociedad fosilizada. Varios factores habían ido debilitando la sociedad a lo largo del XVIII.

Muy llamativa fue la difusión de las ideas ilustradas a pesar de la censura y del control ejercido por la Iglesia sobre las lecturas de los españoles a través de la Inquisición. Las ideas ilustradas y los liberales propugnaban un nuevo tipo de propiedad libre, en la que el interés individual fuera el motor de la producción.

Hubo grandes cambios en la economía y la sociedad: aumento de la población, de 7,5 m. en 1717 a 10,5 en 1797, el incremento del comercio, especialmente con América, la expansión agrícola o el alza de los precios de la segunda mitad del siglo XVIII proporcionaron mayores rentas y beneficios a los sectores más dinámicos.

Surgieron nuevas elites enriquecidas pero no gozaban de los mismos privilegios que la nobleza y el clero. Estos nuevos ricos (burgueses o nobles) pagaban más impuestos que los privilegiados y no podían invertir su capital en la compra de tierras dado que las mejores propiedades pertenecían a la nobleza y al clero, gracias a privilegios como el mayorazgo o tierras muertas, que hacia que estuvieran fuera del mercado.

La crisis se producía porque las estructuras tradicionales no podían contener e integrar lo que la propia evolución económica, social e ideológica había creado. En el caso español, a finales del XVIII, se embarcó en empresas militares muy costosas, un problema de falta de liquidez que no tardaría tiempo en acabar con ella. A las costosas guerras se le puede añadir las dificultades en el comercio americano, donde se redujeron los ingresos fiscales en casi un 15%.

Entusiasmados con las ideas ilustradas, burgueses y grandes propietarios pedían la eliminación de trabas jurídicas que había en la propiedad, una reforma institucional que estructurase un mercado nacional, y una política fiscal y económica que beneficiara a los propietarios.

La crisis del Antiguo Régimen será fruto del crecimiento económico e intelectual que venía mostrando la sociedad española.

La revolución llegó a comienzos del XIX: fue una suma de la crisis financiera, las dificultades del comercio americano, las malas cosechas de esos años y la invasión napoleónica de 1808. Todo esto supuso el primer triunfo de las ideas liberales. El rey Carlos IV y su heredero Fernando VII renunciaron a sus derechos sobre el trono, renuncias que no aceptaron la mayoría, considerándolas ilegales.

Los liberales se hicieron fuertes en Cádiz, que nunca pudieron conquistar los franceses. Allí se reunieron burgueses, comerciantes enriquecidos, clérigos, intelectuales, etc. y haciendo causa común, redactaron una Constitución liberal que vio la luz en 1812.

Ese carácter nacional unió en un mismo programa a la burguesía o los intelectuales con parte de la nobleza, dispuesta a renunciar a ciertos privilegios si consolidaba con ello su propiedad sobre la tierra, parte del clero que consideraba a Napoleón como Satán, la participación de las clases bajas, movidas por sus ideales religiosos y monárquicos.

Por esa necesidad de buscar apoyos frente al invasor, el liberalismo español adoptó un carácter nacionalista y muy católico: la constitución de 1812, en su art. 12 afirma que la católica es la única religión verdadera. En esa constitución la soberanía recae sobre el colectivo de la nación, se reconoce el derecho de voto a todos los varones mayores de 25 años. La mujer estaba excluida del derecho a voto, de hecho, no se comenzó a reconocer el sufragio femenino en el mundo hasta finales del XIX.

La legislación de estas Cortes tuvo un inequívoco talante liberal: división de poderes, régimen parlamentario, propiedad libre, fin de la censura de prensa, supresión de la Inquisición, ventas de tierras de la Iglesia, fin de las jurisdicciones privilegiadas y de los señoríos, etc.

Al acabar la guerra de la Independencia de 1814, Fernando VII, repuesto en el poder, no reconoció la labor de las Cortes y pretendió volver al sistema que regia antes de la invasión francesa. Aunque hubo una tentativa liberal entre 1820 y 1823, se tuvo que esperar a la muerte de Fernando en 1833 para que triunfara el liberalismo.

El sistema liberal se asentó por fin en España hacia 1834, con el reinado de Isabel II. El desarrollo del liberalismo no fue lineal. Entre 1834-1843 se continuará la senda revolucionaria abierta en 1808, de liquidar las estructuras socio-jurídicas del Antiguo Régimen y de sustituirlas por otras nuevas que facilitaron el acceso a la propiedad y el ejercicio del comercio y la industria.

Es a partir de 1844 cuando el liberalismo se consolida en el poder, consolidando la estrategia de ensalzar el orden y la respetabilidad. La mayor preocupación de este liberalismo doctrinario será la de conciliar orden y libertad.

El doctrinarismo se fundaba en:

  • La soberanía compartida entre el rey y la nación
  • La monarquía constitucional en la que el rey podía tener más potestades que el propio Parlamento
  • Bicameralismo: Congreso de los diputados y Senado, siendo esta elegida por el Rey
  • Sufragio censitario

Entre 1844 y 1868 se consolida un bloque de poder, preocupado por delimitar y moderar la revolución, recurriendo a la represión si hiciera falta.

Una característica esencial fue el “pacto” entre las nuevas elites burguesas y la nobleza. Este beneficio a ambas partes: a los burgueses porque accedieron a la propiedad de la tierra y a los nobles porque mantuvieron sus tierras.

¿A qué se debe esta vía pactada? Pues que ni la burguesía española era tan rica como para tomar el poder, ni la nobleza era tan débil como para perder de golpe todos los privilegios. Ambos podían hacer frente común ante el potencial revolucionario de los estratos bajos.

La desamortización consistió en la expropiación parte del Estado de los bienes pertenecientes a la Iglesia y a los municipios, y la posterior venta de estos bienes a particulares mediante subasta pública. El Estado obtenía con estas ventas unos considerables ingresos que aliviaban un poco la siempre precaria situación de las arcas públicas.

Hay una base filosófica para entender la desamortización: el liberalismo cree en la excelencia de la propiedad individual. Los nobles cumplen ese requisito, pero no así la Iglesia, porque los bienes no son de un cura o un fraile sino de una entidad colectiva. Lo mismo sucedía con las tierras municipales

Los ricos compraron las mejores tierras haciéndose con un extenso patrimonio territorial. Labradores medios compraron parcelas pequeñas y próximas a su vivienda que les permitió situarse y vivir con cierta holgura. Podemos decir que la estructura de la propiedad territorial en España, hasta 1960, es deudora de la desamortización, es decir, latifundios en el sur, propiedades medias en Castilla y Levante y pequeña propiedad en el norte.

Las desamortizaciones más significativas fueron la de Mendizábal en 1836, que afectó al clero regular, la de 1841 de Espartero, que vendió tierras del clero secular y la de Madoz en 1855, propiedades comunales de los pueblos.

El poder económico e institucional de la Iglesia pudo disminuir pero la religión católica seguirá influyendo en la vida colectiva del país, valores, creencias, hábitos cotidianos, cuando no la cultura y la educación.

Los liberales españoles fueron practicantes y por un constante ten con ten entre la Iglesia y los gobiernos, ésta consiguió diferentes privilegios: ayudas fiscales, derechos sobre la enseñanza, salarios del Estado, etc.

El pueblo no quiso a los liberales, a los que identificaba con los nuevos ricos especuladores. La sociedad liberal no les parecía más justa que la vieja.

Aunque la desamortización propició que muchas tierras cambiaran de manos y que la posesión de esas tierras fuera enteramente libre, no consiguió un cambio en la estructura de la propiedad, más bien consolidó la que existía.

El sistema de distribución de la tierra se consideró por los jornaleros agrícolas y por intelectuales como un sistema injusto.

El pacto entre las viejas y las nuevas elites puede explicar que tras 1834 el absolutismo no volviera a triunfar en España.

Mencionado pacto, tanto en su vertiente política como económica, no fue el fin de los viejos problemas. Los liberales no era un grupo político homogéneo. Estaban divididos en dos familias, moderados y progresistas. No eran partidos sino más bien reducidos grupos de notables con sus respectivas clientelas que aspiraban a conquistar el poder de la forma que fuera. El resultado fue la inestabilidad política y el continuo cambio de gobierno.

Progresistas y moderados eran grandes propietarios, labradores ricos e intelectuales, aunque entre los moderados había más nobles y entre los progresistas una pequeña burguesía mercantil. Una diferencia clave es el modelo de Estado que buscaban: los progresistas preferían un modelo descentralizado que diera más autonomía a los ayuntamientos mientras que los moderados propugnaban un modelo centralista y jerárquico, en el las decisiones se tomarían desde arriba.

Los moderados son partidarios de la soberanía compartida entre el Rey y Cortes mientras los progresistas son más partidarios de la soberanía popular. Como la reina Isabel II fue menor hasta 1850 y luego se mostró incapaz para la política, el poder real estaba en manos de camarillas palaciegas que manejaban la vida política, en beneficio de los moderados casi siempre.

En política económica, los progresistas eran más agresivos, defendían más el librecambismo y la inversión de capitales extranjeros para vitalizar la economía española, acelerar la venta de tierras desamortizadas y bajar los impuestos, los moderados eran más proteccionistas, llegando a frenar la desamortización para no molestar a la Iglesia.

En el plano electoral, amos eran defensores del sufragio censitario, los progresistas eran partidarios de exigir a los electores rentas mas bajas, que los alcaldes fueran elegidos por los ciudadanos, etc.

Ambos sectores se irán sucediendo en el gobierno, casi siempre por un pronunciamiento militar con la única excepción de 1837. El general o coronel de turno, jefe de uno de los partidos, da un golpe de Estado e impone a sus afines en el gobierno, asumiendo en ocasiones la presidencia. El Ejército interviene en 1820, 36, 40, 43, 54, 56, 68, 74. En ningún caso el resultado del golpe será un régimen militar, el Ejército estará comprometido con la causa liberal.

Moderados y progresistas tampoco se pusieron de acuerdo en una constitución común. Textos moderados son el Estatuto Real de 1834, la Constitución de 1845 o la del 76 así como la nonata de 1852 mientras que progresistas son las del 37, 56, 69 o la nonata del 73.

Los políticos opositores, los caídos o los derrocados fueron desterrados. Los progresistas, por las simpatías moderadas de la Reina, se retiraron en algunos momentos de la vida política.

No conviene olvidar, la politización y movilización de algunos grupos populares que reclamaban reformas más audaces. En 1849 se organiza un grupo demócrata y republicano y poco después empezaron a difundirse las primeras doctrinas socialistas y anarquistas. Estos grupos harán su aparición en las agitaciones urbanas de 1854 y 1868, aunque actuarán en unión con los progresistas.

Las capas más bajas de la sociedad rural prenderá la ideología tradicionalista que simbolizaba el carlismo, una coalición de católicos integristas, de pequeños aristócratas desplazados y de campesinos empobrecidos.

Del periodo liberal puede sacarse positivamente:

  • El final de los particularismos del Antiguo Régimen
  • La larga vida del sistema constitucional, entre 1834 y 1923. Se ensaya un sistema de partidos políticos, grupos muy reducidos que se reúnen en las provincias en torno a un cacique local.
  • Primer intento de crear un Estado y una administración moderna. Aparecen provincias modernas, diputaciones y nuevos ayuntamientos. Se consolida un sistema de enseñanza a nivel estatal, con leyes como las leyes Pidal y Moyano que fracasaron por la poca dotación presupuestaria, porque confiaron la financiación de las escuelas a los ayuntamientos. Regularizaron la administración de la justicia. Se aprobó un Código Civil en 1851 y un nuevo Código Penal en 1845
  • Reforma de Hacienda (Ley Mon-Santillán) que ordenaba pagar impuestos a los más ricos. La reforma suprimió infinidad de impuestos y refundió otros, reduciéndolos a solo cuatro ( contribución territorial, de industria y comercio, inquilinatos y consumos)

El mayor fracaso será el intento de crear una cultura nacional. Se ha vinculado ésto al fracaso en la alfabetización y la escolarización. La mayoría de la población no va a la escuela y los que sí van aprenderán contenidos reaccionarios, tradicionalistas y poco científicos.

Este fracaso tendrá dos consecuencias: la resurrección de los nacionalismos periféricos y el predominio de las elites locales

Otros autores se han atrevido a hablar de fracaso del Estado español. Débil como era, el Estado no conseguirá hacer pagar impuestos a los más ricos y antes la falta de ingresos, será incapaz de hacer frente a sus obligaciones más perentorias.

Sexenio democrático (1868-1874)

Los últimos años del reinado de Isabel II, entre 1864 y 1868 estuvieron marcados por la corrupción: falseamiento electoral, Cortes ineficaces, un clericalismo trasnochados, intromisiones de la Reina en la vida política lo que creo un clima de opinión favorable a un drástico cambio.

Entre 1869 y 1874 los sectores más progresistas llegaron al poder con un ideario que combinaba democracia, librecambismo y afán regenerador a través de un vasto programa de educación laico y nacional.

A la izquierda liberal, descontenta por el conservadurismo de Isabel II, se unieron los demócratas republicano, constituidos como partido en 1849 y los federalistas, fuertes en Cataluña.

La revolución de 1868 fue el triunfo de la pequeña burguesía, de los artesanos, comerciantes o periodistas marginados durante el reinado de Isabel II.

En esta época, obreros y trabajadores de oficios serán capaces de organizarse política y sindicalmente.

En los primeros momentos apoyó el cambio de dinastía una parte de la burguesía financiera e industrial, al que había afectado negativamente la crisis bursátil de 1866. Pero tras la caída de Isabel II siguió una significativa fuga de capitales al extranjero, porque la mayor parte del empresariado vio el cambio de régimen con temor.

El ejército, en su parte más progresista, se hizo portavoz de los deseos regeneradores de las elites.

Era una coalición regeneradora, pero débil y frágil. Había entre los revolucionarios intereses políticos contrapuestos como diferentes en la composición social o económica

El resultado más notable de la revolución Gloriosa fue la Constitución de 1869. En esta se combinaba el régimen monárquico con el principio de la soberanía nacional, se reconocía el sufragio universal a todos los varones mayores de 25 años, una amplia libertad de expresión, el derecho de asociación, la separación de poderes, el juicio por jurados y la libertad absoluta de cultos.

No fueron fáciles las relaciones con la Iglesia, porque le gobierno impulsó la enseñanza laica, que permitió el matrimonio civil y se disolvieron algunas comunidades religiosas.

En el terreno económico, la pauta es el librecambismo, lo que facilitó la inversión extranjera y se redujo las tarifas aduaneras al mínimo.

El Sexenio sería un acelerón que dotó al sistema económico español de un marco legal que estimulase el desarrollo del capitalismo español, facilitando la inversión, la libertad de establecimientos industriales y el libre comercio. Esto fue una de las más llamativas contradicciones ya que en principio se dejó de lado las reivindicaciones de obreros y artesanos, más partidarios de una política que estimulara la pequeña actividad económica mediante la intervención estatal y la seguridad en el trabajo.+fue un periodo de terrible inestabilidad política: hubo que buscar un rey que sustituyera a Isabel II. Tras varias votaciones, el elegido fue Amadeo de Saboya, hijo del rey Víctor Manuel II de Italia. Amadeo no fue aceptado por todos: los carlistas volvieron a la carga, con importantes apoyos en Cataluña, las provincias vascas y Navarra y los estratos más bajos del clero.

Ante tantos enemigos, el propio rey terminó por abdicar. Ante la marcha del rey, en 1873 se proclamó la República y se ensayó un proyecto federal a la americana, que sin embargo apenas tuvo apoyos sociales o diplomáticos para consolidarse. Graves fueron las insurrecciones cantorales.

Hacia 1874, hay un deseo general de imponer el orden entre las elites. Sólo faltaba buscar el rey adecuado, que sería Alfonso XII.

Por primera vez, los sectores populares irrumpen en la esfera política y social, practicando el sufragio universal, expresándose con mayor libertad, organizando huelgas, construyendo referentes políticos y sindicales.

Anarquistas y socialistas entran en la vida social de España. El italiano Fannelli explica entre el campesinado el pensamiento libertario de Bakunin, impulsando la fundación de la Federación Regional Española. El francés Lafargue, entre artesanos y trabajadores de oficios difundirá el pensamiento socialista de Marx. En la España del XIX, el anarquista tendrá mayor éxito que el socialismo.

Inestabilidad política y cambio social

La población española crece, aunque no al mismo ritmo de otros países: España pasa de 11,5 a los 18,6 m. mientras que Italia y Alemania duplican su población y Gran Bretaña la cuadriplica.

La población seguirá siendo mayoritariamente rural.

Aunque a finales del XIX disminuye la mortalidad, las epidemias de cólera de 1853-1865-1885 causan 325000 muertos. En 1900 la tasa de mortalidad española es del 29%o por el 18 y la esperanza media de vida apenas llegaba a los 35 años.

Otro hecho a destacar es la alta tasa de emigración. Entre 1850 y 1880 salieron de España con destino a América unas 400.000 personas y entre 1880 y 1902 la cifra alcanzará 1.200.000.

Los datos no nos permite de una sociedad estancada: por ejemplo, el crecimiento de las ciudades, como por ejemplo Madrid, que alcanza los 540.000 habitantes en 1900, donde no dejan de fluir emigrantes de las dos Mesetas. Un crecimiento similar es el de Barcelona, San Sebastián, Valencia y Sevilla. Y más desordenado en Bilbao o Vigo, sede de importantes industrias siderurgias y conserveras.

Otra lacra será el analfabetismo, que superaba el 70% en 1860, bajando en 1930 hasta el 30%. El analfabetismo era aún mayor ente las mujeres, que recibían una educación distinta a los niños.

El paso del Antiguo al Nuevo Régimen trajo a España el cambio de la sociedad de estamentos a la sociedad de clases. No obstante, el signo distintivo de la nueva elite, sea noble o burguesa, es la propiedad de tierras.

La vieja nobleza logró reconvertirse y desempeñar un papel en el nuevo régimen liberal. Mantuvo fácilmente su control sobre amplias zonas del mundo rural. Incluso en algunos casos, estos viejos nobles invierten en nuevos negocios como el del azúcar de Cuba.

Otro proceso característico es el ennoblecimiento de la burguesía. Casi todos los burgueses habían conseguido su fortuna en el comercio pero su verdadero objetivo será el de ennoblecerse para participar en política y disfrutar de rentas fijas, sin arriesgar en nuevas empresas económicas. Estaríamos hablando de una nueva nobleza que, a pesar de su origen, se siente superior. Patrocinan clubes, salones privados, bailes, fiestas, etc.

Las clases medias solo fueron una pequeña parte de la población española. Una sociedad de ricos y pobres es inestable e insegura, pero otra con una clase media consolidada será probablemente tranquila, dado que las clases medias, por lo común, miran con mayor simpatía a los que están por encima que a los que están por debajo.

Las clases medias la conforman comerciantes, abogados y profesionales liberales, pequeños industriales, intelectuales, labradores medios, que suelen vivir en capitales de provincia.

De las clases populares, podemos señalar ciertas pautas:

  • Predominantemente agraria. La desamortización no benefició a las clases bajas del campo. Con la desamortización civil, el campesinado pierde unas tierras que trabajaba y disfrutaba. El campo aún no estaba del todo capitalizado y no era extraño que los jornaleros, que trabajaban en peonadas, recibieran su salario una parte en dinero y otra en comida.
  • La clase obrera que trabaja en fábricas es aun escasa, solo en Cataluña o el País Vasco. El hogar o el taller no son los lugares más cómodos, porque a veces comparten casa dos familias, mientras que la jornada laboral es de 12 o 14 horas; será por eso la taberna el lugar de reunión favorito de las clases populares.

La lenta penetración del capitalismo

La economía española siguió siendo agraria hasta casi mediados del siglo XX. En 1900, más del 60% de la población activa trabajaba en el campo. El siglo XIX ocurrieron transformaciones fundamentales en la propiedad agraria.

Pero los nuevos propietarios de tierras actuaron como verdaderos especuladores. Estos ricos acumularon tierras por la incapacidad del Estado de hacer frente a sus deudas, que casi siempre pagaba con fincas desamortizadas a sus acreedores.

Así que los nuevos propietarios continuaron cultivando el producto más seguro, el cereal. Rara vez introdujeron mejoras tecnológicas o variaron los tradicionales métodos de cultivo extensivo. Por el contrario, cuando inviertan sus beneficios, los harán en negocios de alta rentabilidad inmediata (ferrocarril, banca, deuda pública, etc.)

El propietario de tierras lo esperaba todo de la protección arancelaria y de las ayudas publicas al campo, más aun cuando el cereal español se vio incapaz de combatir en precios y calidad con el procedente de EEUU y Rusia (Gran Depresión mundial de 1873-1896). Los propietarios consiguieron del Gobierno en 1891 una tarifa aduanera lo suficientemente alta como para que el consumidor español se viera obligado a consumir cereal nacional.

Hubo otros sectores más dinámicos, como el vino, el aceite y las naranjas.

Más compleja es la situación de la industria y los transportes. El capitalismo español no consiguió despegar hasta aproximadamente 1850; no favoreció, la pérdida de las colonias americanas en 1824, porque privo a las industrias de un mercado seguro en el que invertir y vender producción

Los sectores industriales tradicionales fueron el carbón y el textil. La extracción del carbón asturiano fomentó un sector siderúrgico no muy rentable, por la escasa calidad de la hulla asturiana. Pero su explotación se benefició de notables ventajas por parte de la administración, como los altos aranceles sobre el carbón extranjero.

En el siglo XVIII había surgido en Cataluña una potente industria algodonera. Los empresarios catalanes intentaron crear una industria textil moderna y de calidad, pero tuvieron en su contra un cúmulo de circunstancias: el alto coste de la energía, las malas comunicaciones, el escaso apoyo de la siderurgia nacional, incapaz de producir moderna maquinaria de telares o el pequeño tamaño del mercado nacional, con amplias zonas aun dependientes de una economía de subsistencia.

Los sectores aparentemente más dinámicos fueron el ferrocarril y la minería por la masiva inversión de capital extranjero.

Los burgueses españoles no mostraron interés por este negocio por lo que las concesiones a estas empresas extranjeras reportaron a las arcas públicas jugosos beneficios con lo que se disimuló el déficit público.

Algo mayor fue la inversión de capital nacional en ferrocarril, porque la expectativa de beneficio inmediato era muy grande. En apenas 10 años se construyeron en España mas de 7000 Km. de vías.

El capital extranjero introdujo en España nuevas tecnologías e hizo lo que los empresarios españoles no supieron hacer o no quisieron. Para otros, España se convirtió en una colonia económica de las grandes potencias capitalistas de Europa.

La culpa de este retraso se la echan algunos al campo: la agricultura en España no creció tan rápido como en otros países pero sí hubo en general crecimiento y transformación en el campo.

Lo más justo seria hablar de culpas compartidas entre industria y agricultura.

Textiles catalanes, empresarios del carbón y cerealistas castellanos consumaron en 1891 el gran pacto proteccionistas que cerró el paso a la competencia de productos. Desde entonces, la asfixiante y progresiva intervención del estado fue lo más característico.

Modélica fue la siderurgia vasca, favorecida por la calidad del hierro. Las principales compañías siderometalúrgicas se refundieron en la sociedad Altos Hornos de Vizcaya.

El sector siderúrgico actuó como sector líder de toda la industria vasca, que se diversifico en compañías navieras, de seguros, químicas, eléctricas, etc.

Casi todas las capitales de provincia gozaban de tendidos eléctricos a finales del XIX.

El sistema financiero arrancó con fuerza a mediados de siglo. Se crean 60 bancos aparece el Banco de España. La peseta será la unidad monetaria desde 1868.

España ocuparía una posición intermedia entre los más ricos y los muchos países subdesarrollados del mundo que Vivian al margen de la Revolución Industrial.

El crecimiento industrial era del 2,3 por encima de Francia 1,3 o Italia 1,6

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